Al lado del sendero carreteable, poco antes del área urbana del municipio de Pijao, hay una casona construida hace más de 90 años. De un solo piso, luce alegre y confortable. La circunda una ladera de verdes caturrales, levantados a pleno sol. La vereda, «La Mina», está integrada de pequeñas parcelas que se ven como remiendos irregulares, abajo con guamales que delatan el cultivo tradicional del café arábigo, y arriba, sin sombra, en ondulado rasero de color glauco, millares de cafetos «Variedad Colombia» inmune a la calamitosa plaga de la roya. La región está poblada de campesinos de tez blanca, de manos callosas y rostros macerados por el sol, hasta hace poco bravíos soldados del Partido Conservador, y ahora desorientados por las componendas políticas de los gamonales que predican lealtad a movimientos que terminan en la letra «u», o con la palabra «Colombia» utilizada en rebuscadas sopas de frases, todas como anzuelo para aprehender incautos.
La extensa propiedad era de Don Floro Yepes y Doña Elvia Alzate, nacidos en Granada, Antioquia, matrimonio que procreó doce párvulos traviesos, todos imaginativos, rebeldes contra el agro que limitaba el horizonte de sus ambiciones. Sin embargo el jefe de la pequeña tribu, adicto al campo, dividió la finca y a cada uno de sus hijos le entregó una parcela de pocas hectáreas para su cultivo y explotación. Omar, como los demás hermanos, entreveraba el estudio en la escuela veredal con el rudo trabajo en la sementera adjudicada. Fue su maestra campesina Fabiola Laverde, joven morena de crecidos glúteos y airoso pecho de pináculos puntudos.
Omar madrugaba con la peonada, los capitaneaba dando ejemplo de ser el mejor azadonero, o el más ágil recolector del grano. Su hermana mayor, Lucelia, acarreaba el condumio al «corte», y en las tardes de calor intenso, llevaba «preparada» para bogar. Se le volvieron hoscas y ásperas las manos y por el trasiego, cuarteados los pies. Su léxico se enriqueció con palabras groseras y aprendió a lanzar interjecciones de arriería. Ese noviciado agrícola le sirvió para pensar que su destino no era el ser calificado como labriego meritorio, sino en calcular que su porvenir tenía qué construirse con educación exigente.
Aquella época fue violenta. Efraín González nacido en Puente Nacional y Tirofijo natural de Génova, se habían convertido para unos, en héroes legendarios, y para otros, en monstruosos empresarios del crimen. La radio y la prensa llenaban los espacios informativos, con noticias escabrosas protagonizadas por estos dos adalides de una revolución sangrienta. Don Floro decidió acuartelarse en el área urbana de la población. Por tres años consecutivos vivieron en Pijao. Las masacres frecuentes, las continuas muertes de cristianos inocentes, determinaron que Don Floro, en un día cualquiera, encaramara trebejos y colchones sobre un bus escalera y con toda su familia se trasladara a las tierras de Génova. Allí compró una residencia amplia en el marco de plaza, para albergar su prole revoltosa. Colocó una tienda de abarrotes para que Omar la atendiera. Su padre quería que su descendencia de orientara por los negocios en la pequeña órbita de este municipio quindiano. Don Floro se estrelló contra una roca. Doña Elvia, su esposa, decidió hacer de sus hijos hombres importantes y se apuntó decididamente por la educación. Omar fue enrumbado hacia Manizales para que hiciera bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora. Entonces rectoraba el plantel el sacerdote Fernando Uribe García y era vicerrector quien fue posteriormente obispo y excelso orador sagrado, Augusto Trujillo Arango. Recuerda como compañeros suyos a Rodrigo Marín Bernal, que acababa de desertar de un seminario religioso en donde sobresalió por su humildad y el piadoso manejo de la camándula, Mario Calderón Rivera y Cesar Hincapié Silva.
A Omar le quedan en la memoria anécdotas picantes de esa etapa estudiantil..
El Padre Héctor Giraldo es afiebrado por el fútbol. Para poder jugar al balompié dejaba arrestados a los alumnos que mejor lo retozaban. Al sacerdote le dicen «Lalo». Un día, de puro bribón,. Omar así lo llamó. El cura amablemente lo invitó a su despacho, y al cerciorarse que estaban solos, le asestó un brutal puñetazo, que lo dejo tendido sobre las baldosas. Omar perdió el sentido. La rápida atención de los médicos solicitada por el asustado levita por el estado cataléptico de su víctima inocente, puso a salvo la conciencia del cura en aquel dramático episodio.
A un compañero suyo, Juan de Dios Acevedo, lo llamaban Juancho Muelas, holgazán divertidísimo y zumbón que se ingeniaba para meter desórdenes. Efrén Cardona Chica, era profesor que a veces tenía qué soportar las triquiñuelas maldadosas de Acevedo, experto en el boleo de arepas cuando quería protestar contra la alimentación que se daba en el plantel. A raíz de esos desórdenes, un alumno socarrón escribió el siguiente cuarteto:
Al carepalo de Efrén
también hay que entrarlo al caso
que por lambón y tirano
se chupó un buen arepazo.
En los años de bachillerato Omar se distinguió por su afición a los deportes. Era baquiano para atajar el balón disparado contra el arco, manejaba con pericia las bicicletas y recitaba de memoria los nombres de todos los jugadores de los diversos equipos de Colombia con su respectiva alineación. Todos sus compañeros creían que iba ser un gomoso locutor radial.
Omar tiene capacidad innata para el canto. En el Colegio de Nuestra Señora era contratado por sus compañeros para las serenatas. Con esa voz, evocadora y sensual, mitad Agustín Lara y mitad Hugo Romani, se convirtió en un Porfirio Rubirosa de quien se enamoraban las quinceañeras. Aun subsiste su debilidad por el bolero. Las tenidas sociales con Omar son memorables. Eran frecuentes sus veladas con Jaime Pava Navarro, Omar con voz sentimental y arrulladora y Pava, artista para las tonadas mejicanas.
Con Alberto Gómez Gómez, organizó un dúo para interpretar canciones populares. Se volvieron expertos en música de Los Cuyos y de las Hermanitas Padilla. Yepes, entonces émulo de Julio Jaramillo y del Caballero Gaucho, entonaba «Viejo farol», la «Mujer maldita» y «Si no me querés te corto la cara». Además se volvió experto en corridos de «tusa» que adornaba con unos horribles falsetes. Entonces, la voz de Alberto era chillona y la de Omar, tenía eco lánguido y tristón.
Finalizado el bachillerato, Omar se enrumbó hacia la Universidad de Antioquia a estudiar economía., cupo conseguido por el entonces gobernador de Caldas. General Gustavo Sierra Ochoa, amigo confidente de don Floro. Solo tres meses estuvo en Medellín.
Allí lo cogió el «golpe de opinión» del 10 de mayo de 1.957, contra el Presidente Rojas Pinilla. Yepes tomó la decisión de regresar a Manizales. Ingresó como asistente a la Facultad de Derecho de la Universidad de Caldas y entre 1.958 y 1962 culminó sus estudios universitarios.
Era decano de la Facultad de Derecho Adolfo Vélez Echeverri. Yepes comandó una huelga estudiantil en su contra. Puso en militancia la política de los brazos caídos con los alumnos sentados en todas las gradas del edificio, dándole vigencia a la tesis alzatista de que una forma de actuar activamente, en una revuelta popular, era dar de vacaciones a la actividad laboral.
Tulio Gómez Estrada era un santo varón de Dios. Tenía su oficina de acreditado abogado civilista en el Edificio Estrada, al lado de la de Juan Botero Trujillo, un poco más arriba del despacho de Hernando Lozano Palacio. Su cabeza era blanca, caminaba con timidez, y aunque camandulero, mantenía secretos flirteos con alguna damisela. Hasta su muerte fue profesor de calificados atributos. Gamaliel López García era su alumno en Personas. Omar pasó el examen de fin de año sin contratiempo alguno. Gamaliel, indisciplinado y faltón de clases, fue rajado por Gómez. Le dieron otra oportunidad. De nuevo, fueron descalificados sus conocimientos en civil. Esa dificultad para graduarse quiso sortearla el alumno en varias ocasiones. En la amargura de su reiterada desventura, dijo Gamaliel: «Vamos a ver quién se cansa primero, si yo terco en presentar ese preparatorio o Tulio Gómez rajándome».
Yepes era inocentón. Con Augusto León Restrepo visitó una exposición de pintura. Al salir, su amigo le pregunta: « ¿Omar cuál te gustó? «. Y éste, entre cándido e ignorante, le contesta: « Ese al que el pintor le puso el nombre de «adquirido».- El ingenuo Yepes no sabía que esa palabra quería indicar que el cuadro ya había sido vendido.,
Cuando terminó carrera de derecho, Omar, en tren, hizo un paseo a la Costa. Sus compañeros se aterraron cuando en la Estación de la Dorada, se presentó vestido de paño, de riguroso negro, más un pesado abrigo encima, como si el viaje fuera para el páramo. Así pasó por calcinantes tierras ribereñas del Río Magdalena. En Santa Marta, como un extraterrestre, conoció el mar y sus playas arenosas, ensopado con semejante indumentaria. Sus amigos en aquella correría pensaron que a Omar le estaba patinando el coco.
Yepes recuerda, con especial cariño, a sus compañeros de universidad. María Amelia Jaramillo, Norma Velásquez Garcés, Hernando Yepes Arcila, Emilio Echeverri Mejía, Lucía Corrales, María Teresa Londoño, Augusto León Restrepo. La amistad de Omar era buscada porque entre todos los estudiantes de esa época, era el único que llegaba en vistoso carro particular, un Ford Taunus, elegancia pueblerina que derretía de envidia a sus coetáneos. Yepes se daba ínfulas de importancia, ante un alumnado sorprendido por su potencial económico, permitiéndose, además, el lujo de acarrear a universitarias hermosas y a los petimetres más significativos de la juventud universitaria.
En el entre tanto, Don Floro, su padre, administraba la finca cafetera de Génova. Ya residente en Manizales con su familia, iba y venía en los fines de semana, atendía congruamente la economía familiar y daba parte al jefe Gilberto Alzate Avendaño de cómo marchaba el conservatismo en el Quindío. Eran, allá, sus amigos, Luis Granada Mejía, Ernesto Ceballos Ramírez, Evelio Henao Gallego, José María Patiño Sanz, bizarros conductores que en aquel azaroso medio de violencia, mantenían la mística del partido.
El perfil de jefe aguerrido que tenía Don Floro, le ganó la malquerencia de solapados enemigos. El 27 de junio de 1.961, cuando se disponía ingresar a su residencia, en Manizales, dentro de su vehículo, fue asesinado por sicarios.
Floro Yepes fue líder de singular relieve. Entendía su misión como una militancia sagrada al servicio de unos principios imperecederos. En los municipios del Quindío, en donde vivió, era la voz mayor, el que convocaba las huestes azules, el que definía el sendero del conservatismo. Le tocó vivir la peor época de la violencia. Entre Río Verde, de Pijao, hasta el casco urbano de esta población, el viajero encontraba en cada curva cruces recordatorias de delitos inenarrables.
Entonces desde Barragán, pequeño caserío cercano a Caicedonia hasta la población de Génova, había que ir en bestia porque no existía comunicación carreteable. Eran caminos cargados de sorpresas, con asaltos continuos, con la vida humana desvalorizada ante las acometidas inesperadas de los enemigos de la paz. Ese clima lo vivió el señor padre de Omar. Finalmente cayó como una víctima más de las ciegas pasiones.
Esos dolorosos antecedentes fueron germen para la vocación política de Omar. Desaparecido su padre, le tocó asumir la responsabilidad de conductor mayor de su familia. Alternaba el manejo de la hacienda cafetera con sus primeras audacias como abogado.
Contrató la sucesión de su progenitor, mas la Parte Civil contra los asesinos, con Luis Granada Mejía, entonces con altaneras condiciones de conductor de masas. Disgustándole la política, su amistad con el jefe quindiano, la condujo a la militancia. Qué hizo Omar? Organizó el Comando Departamental de Juventudes Conservadores, integrado, entre otros, por Luis José Restrepo, Emilio Echeverri Mejía, Hernando Yepes, Bernardo Cano, Augusto Gómez Botero, Baltasar Ochoa. Estos nuevos legionarios se dedicaron a recorrer el departamento en denodada acción proselitista.
Omar no había cumplido todavía con su año de judicatura. Recurrió, entonces, donde su amigo el magistrado Clímaco Sepúlveda quien lo postuló y logró que el Tribunal lo nombrara Juez 2o Civil Municipal de Manizales. Una vez cumplido el requisito para graduarse, Granada lo hizo elegir diputado. Fue la alterada época de la desmembración de Caldas. Los debates en la duma fueron escalofriantes. Una parte de los legisladores comarcanos propiciaban la creación de Risaralda y el Quindío como entidades autónomas y la otra se atrincheraba en la unidad del departamento. Pese a la oposición, el Congreso nacional dio luz verde a las aspiraciones de las entidades que se querían independizar.
A partir de la diputación, Omar comenzó a tener vuelo propio. Ingresó a la Dirección Nacional de Juventudes, con la presidencia del imaginativo poeta Eduardo Cote Lamus, luego de Cornelio Reyes y por último de Alfredo Taboada Buelvas.
Nombraron Gobernador de Caldas al General Armando Vanegas Maldonado, cuñado de Misael Pastrana. El militar en su gabinete departamental incluyó a Diego Giraldo Restrepo como secretario de gobierno, Jaime Zuluaga Vargas en hacienda y Omar Yepes Alzate en educación. Con el cambio de gobernador, Omar abrió oficina de Abogado y poco después fue el asesor jurídico del Banco de Caldas.
Llegó la campaña presidencial de Misael Pastrana. Los directivos nacionales invitaron a Omar para que ingresara a ella. De inmediato organizó su equipo. Humberto Arango Escobar, Guillermo Botero Gómez, Luis Ocampo Londoño, Luis Enrique Giraldo Neira, Mario Villegas Pérez, Rubelio Valencia se incorporaron con fervor inusitado para hacer viable la presidencia del candidato conservador. Siendo ya fuerte electoralmente, y pudiéndose hacer elegir para el parlamento, en forma desprendida, en 1968, entregó la cabeza de lista del senado a Guillermo Isaza Mejía, v la de Cámara a Rodrigo Marín Bernal
Encabezó Concejo de Manizales con Mario Calderón Rivera y en un acto de inusitada generosidad se colocó para la primera suplencia de esta corporación. En 1.970, pese a haber sido aclamado para encabezar Senado, declinó otra vez en Isaza y en Marín para la Cámara. Giraldo Neira fue nombrado Gobernador. Ernesto Gutiérrez Arango designado alcalde de Manizales, le entregó a Yepes el manejo de la Secretaría de Hacienda.
En 1.972, Yepes encabezó Concejo para la ciudad de Manizales. Sus contendores eran Fernando Londoño y Londoño, Alfonso López Michelsen, Guillermo Hernández Rodríguez, María Eugenia Rojas y Liborio Chica Hincapié.
Propaganda Sancho cuyo propietario era Arturo Arango Uribe, se inventó una publicidad endemoniada para resaltar los nombres de los aspirantes al cuerpo edilicio de la ciudad.. Mas o menos decía lo siguiente:
Fernando Londoño, candidato presidencial, ex ministro, exembajador, hijo de Manizales. Alfonso López Michelsen ex parlamentario, candidato presidencial. Hernández Rodríguez, ideólogo de la izquierda colombiana.
María Eugenia Rojas, hija del expresidente Rojas Pinilla.
Omar Yepes, desconocido, de Génova, Quindío.
Pese a esa diabólica zancadilla, Londoño sacó 6.300 votos y Yepes 3.600.
Omar no es orador. Era por aquellos tiempos un personaje tímido para la tribuna. El equipo humano de Granada Mejía viajó a Aguadas a presidir una concentración conservadora. Allí los recibió Antonio Jiménez Estrada que era un tribuno de respeto.
Granada a los empujones aventó a Yepes a la tribuna para que perdiera la virginidad como orador. Aquello fue una vergüenza. De pocas palabras, tembloroso, no supo qué decir del miedo que tenía. Guillermo Ocampo que estaba presente, le dijo a Omar: «Nos dejaste avergonzados»..
La vida se construye a base de sorpresas. Los émulos de Omar jamás creímos que este quindiano acabara con todas las viejas jerarquías conservadoras y dejara liquidados a quienes pretendieron disputarle su ascendencia en las masas del conservatismo.
Por cuarenta años, ha sido el Jefe del Partido. Los que hemos hecho política en el departamento en esos cuatro decenios, hemos estado con él, o en contra suya . A todos nos ganó en franca lid. Con una excelsa condición: nunca salen de sus labios malas palabras para descalificar a sus contrincantes. Es un ejemplo de decencia política. No cierra, tampoco, las puertas. Despide con hidalguía a los que se quieren ir, o los recibe cordialmente cuando regresan o llegan por primera vez.
Cómo logró Yepes ser, sin rival, el exclusivo conductor de nuestro partido? Es laborioso, insistente, acucioso administrador, servicial, generoso, amplio y abierto en la amistad. Desde el comienzo de su vida pública tuvo persistencia para fabricar amistades con los jefes de los municipios, los sirvió, mantuvo contacto, casi diario, con ellos. Mientras los otros hacían visitas a los pueblos cuando llegaban las elecciones, Omar no solo regresaba a los municipios, sino que inició un recurrente contacto con las veredas. Puede decirse que no existe aldea de Caldas, por ínfima que sea, que no recibiera su visita. Algo más: Por todas las cañadas del departamento, por sus filos y laderas hay puentes, electrificación, escuelas, carreteras, puesto de salud, alcantarillados, colegios, todo conseguido por la laboriosidad, sin descanso, de este legislador. Se ganó, no gratuitamente, el cariño del pueblo.
Caldas ha tenido parlamentarios más vistosos que Yepes. De pronto mejores oradores. Tal vez de mayor postín para relumbrar. Con Cámaras televisivas a su servicio. Con periodistas encargados de inflar personajes mediocres. Omar no ha vivido para la publicidad. La rehúye. Pero mientras otros se embriagan con discursos, o regodean su ego en letras de molde, o fabrican rimas, y cuidan estros fecundos, Yepes realiza. Los otros pueden ser unos duendes para la palabra. Yepes es una hormiga laboriosa con cimientos inamovibles, yuxtaponiendo roca sobre roca, dándole firmeza a su edificio político.
En pocas palabras: ha sido un fenómeno. Es inconcebible que surgiera con más poder que Alzate, -un semidiós-, que Londoño, Silvio Villegas o José Restrepo. Durante 40 años fue el amo, la conciencia administrativa, el inspirador del buen gobierno. Sin envanecimientos. El Poder no le hizo perder el equilibrio. Es sobrio, recto, sencillo, casi elemental en el trato social. Alzate era imperativo, Londoño, elitista, Silvio, guerrero, Restrepo, ejecutor de realidades. Yepes eliminó defectos. De corazón bondadoso, cercano al pueblo, pacifista en sus mensajes, realizador de propósitos. En el campo concreto de las obras, a todos superó.
Muchas veces hemos estado al lado de Yepes en las tribunas. Generalmente pronunciando malos discursos, y de pronto, algunos, apenas regulares. Herederos intelectualmente de Alzate, tratamos de escoger las palabras, hacer sinfonías retóricas, darle aliento poético a las intervenciones. Ese martirio no lo sufre Omar. Cuando habla en público, no padece el agobio de la belleza, ni lo encadenan los períodos con eco sonoro. La suya es una exposición conceptual, golpea con ideas macizas y señalamientos precisos. Por eso, después de esos areópagos, él reafirma su condición de jefe, y nosotros nos quedamos con las florituras que poco trascienden. No es pequeña la diferencia.
Algún día Omar no estará en la política. Qué nos queda de él ? Su desvelo por el pueblo. Su afán por llevar soluciones a las regiones más necesitadas. El sentido misional que le ha dado a la gesta electoral. Su independencia para opinar. Su altivez para comportarse como un jefe nacional del conservatismo.
El diario El Siglo de Bogotá, en un editorial, lo proclamó como candidato a la Presidencia del país. Por lo visto, otros tienen mejor visión del futuro y más acertados vaticinios para diagnosticar lo que le conviene a nuestra patria.
Siempre hemos sido devotos de la memoria de Gilberto Alzate Avendaño. Como él, ninguno. Por caminos, casi antagónicos, Yepes y Alzate llegaron al poder. Lo que escribimos, por tener permanente vigencia, servirá de broche a la semblanza de este Yepes que realizó, sin aspavientos, un hilo trascendental en la vida política de Caldas.
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