Se critica su aspiración al Congreso por el solo hecho de ser hermano del senador Yepes. ¡Vaya objeción tan baladí!
El canibalismo es un deporte nacional. Hay en Colombia un leonino regusto por devorarnos los unos a los otros.
Mantenemos los odios vigilantes, a flor de piel, para destrozar a la víctima de turno. Quien despega en cualquier escenario debe soportar, como viático de prueba, caudales amazónicos de improperios, hurgamientos perversos en su vida privada y el inventario fantasioso de delitos cometidos como autor material o intelectual. En los municipios las emulaciones son sangrientas. En épocas electorales circulan profusas hojas volantes denigratorias, desde las tribunas se disparan balas verbales, e, intempestivamente, surgen acusaciones apenas imaginadas por quienes se alimentan de cadáveres, como las hienas. Departamental y nacionalmente ocurre lo mismo. Se combate a dentelladas, los codazos son violentos y de esas refriegas carniceras sólo sobreviven los que son invulnerables.
Desde años atrás, los adversarios gratuitos de Arturo Yepes Alzate han querido estigmatizarlo, señalándole, sin pruebas. Fuera de esa despreciable malquerencia, nadie, óigase bien, ¡nadie! ha tenido el valor de formularle un solo cargo concreto que desdiga de su condición de hombre con alma de cristal. Es un personaje polémico, sí. Por el sendero que transita, deja una estela materializada en hechos tangibles que, como es obvio, suscitan controversias. Es visible su comando, siempre como líder, con talento para crear deslindes entre la cositería de los charlatanes y el amojonamiento profundo de quienes son capaces de parir historia.
¿Qué condiciones humanas tiene Arturo Yepes para responderle a la jauría impotente que ha querido clavarlo en un madero de ignominia? Pertenece a una familia meritoria, como pocas. Ómar, víctima también de salivazos mezquinos, fue eximido de noveladas transgresiones por el Consejo de Estado y la Corte Suprema de Justicia, por decisión unánime en ambas corporaciones. Ojalá otros zascandiles de emperifolladas vitrinas, con el peso del crimen a sus espaldas, pudieran mostrarle al país sentencias de absolución. Jorge Hernán es un médico sabio como profesional, con aclamada capacidad gerencial, también con estrella para la política. Sus otros hermanos, hombres y mujeres, sirven a la sociedad con atildada eficacia.
Arturo es un intelectual, con específica formación para actuar en el escenario público. Conoce a profundidad cómo funciona el Estado, su tamaño y funciones, qué vínculos históricos tiene el partido Conservador con ese ente superior, cómo se justifica que el poder Ejecutivo luzca con un talante bolivariano y qué inmensa ha sido la proyección de nuestros grandes hombres en la vida de la patria.
Ha sido un pedagogo. Conocemos su persistente trabajo para formar juventudes de derecha, los seminarios para impulsarlas, la siembra de principios austeros y éticos en estas generaciones que están surgiendo para que se comprometan en nobles actividades sociales. Arturo tiene mística y verbo encendido para justificar la intervención conservadora en todo acontecimiento que tenga incidencia con el devenir de Colombia. Su presencia en el ágora, además de elegancia expositiva, está nimbada de enseñanzas. No ha necesitado palancas para sobresalir. Tiene inmensos méritos muy suyos, formación humanística, itinerario propio. Arturo irradia independencia; no es satélite de nadie. Fue un parlamentario ejemplar. Asombrosa su eficacia, su inteligente participación en debates sustantivos, la estela que dejó como legislador.
Se critica su aspiración al Congreso por el solo hecho de ser hermano del senador Yepes. ¡Vaya objeción tan baladí! Siendo Mariano Ospina Pérez jefe nacional del Partido Conservador, su hijo Mariano actuaba como senador de la República, su nuera Olga Duque de Ospina fue designada gobernadora del Huila y después Ministra. Laureano Gómez caudillo de las derechas y luego Presidente; concomitantemente su hijo Álvaro era fogoso representante o senador. Gilberto Alzate Avendaño, sol de Colombia, aseguró a su hermano Hernán, en embajadas de América y Europa. José Restrepo Restrepo mandaba en Caldas y su hijo Luis José, por méritos propios, fue secretario en gabinetes departamentales, alcalde de Manizales y después diplomático. Camilo Mejía Duque jefe del liberalismo caldense ocupaba una curul en el Senado y César su hermano, al mismo tiempo, otra en la Cámara. Alfonso López Michelsen, recordado ex presidente, mantuvo a su hijo Alfonso en las embajadas de Inglaterra y Canadá. Antonio Guerra de la Espriella es senador y su hermana María del Rosario Guerra es la actual Ministra de Comunicaciones. La senadora María Isabel Mejía Marulanda, de Risaralda, hizo incluir en la diplomacia a su hermana como embajadora ante Alemania en este gobierno tan alérgico a la politiquería. (?) Carlos Holguín Sardi, Ministro del Interior, promocionó a su hijo como embajador en Ecuador. Uribe combatió, como candidato, a los electoreros. Sin embargo, a quien es el prototipo de una demagogia pueril, José Name Terán, le incrustó a su heredera en la diplomacia norteamericana y a Santofimio Botero, le nombró su vástago en la embajada de Francia. Guillermo León Valencia cuando era Presidente de Colombia, designó a Felipe, su hijo, como su secretario privado. Este resignado país ha aceptado que el actual Vicepresidente sea Francisco Santos y Juan Manuel Santos, su primo hermano, Ministro de Defensa. Es, pues, una bullaranga de hipócritas hacer ruido porque Arturo, hermano de Ómar, aspire al Senado. Tiene pleno derecho por sus condiciones intelectuales y el proselitismo que durante muchos años ha desplegado en defensa de nuestros principios. Arturo es. Ha demostrado que tiene jerarquía propia, y es dueño de una personalidad independiente. Además en política todos tenemos posibilidades, mediante una catequización perseverante. Así lo hicieron en el pasado Alberto Mendoza Hoyos y Silvio Villegas. Y en los recientes años Víctor Renán Barco y Ómar Yepes Alzate. En política nada se regala. Todo se consigue por asaltos. Se llega al Poder pulverizando las trincheras del adversario.
A quienes se desgañitan con un "no" contra Arturo Yepes, los conservadores respondemos con un ¡sí! rotundo.